Los Sonidos Positivos y la Sostenibilidad de tu Municipalidad
Cómo convertir tu municipio en un paisaje sonoro positivo y más sostenible

La versión original de este artículo fue publicada en Resilience del Post-Carbon Institute.
¿Cuál es la relación entre un “contexto sonoro” positivo y la sostenibilidad municipal?
Es posible que el término “contexto sonoro” suene como algo nuevo. Un “contexto sonoro” es el equivalente a un “paisaje” pero relacionado con la dimensión invisible de las vibraciones. Así como hay vistas agradables y desagradables cuando se observa un horizonte, lo mismo ocurre cuando interactuamos con la dimensión del sonido.
El término “paisaje sonoro” se remonta a un graduado del MIT y urbanista llamado Michael Southworth, quien, según se dice, fue el primero en acuñar el término en 1969. La expresión nació como respuesta a la invasión sónica que se experimentaba en los entornos urbanos, cuyos efectos nocivos son bien conocidos hoy en día.
Es bien sabido que el ruido es un factor de riesgo para el desarrollo de trastornos cardiovasculares y metabólicos, tales como presión arterial alta, hipertensión arterial, enfermedad coronaria y diabetes. El ruido también provoca falta de sueño, estrés continuo, mal humor y malos entornos de aprendizaje y trabajo. Además, National Geographic destaca cómo los paisajes sonoros negativos también tienen repercusiones no deseadas en la biodiversidad y otras formas de vida.
Más recientemente, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente definió un “paisaje sonoro positivo” como aquel en el que las personas (y otros seres vivos) perciben y responden a toda la gama de vibraciones de un lugar en un momento determinado, experimentando sonidos agradables y deseados en lugar de sonidos tediosos e indeseados. La mayoría de los sonidos naturales suelen indicar un entorno seguro y, por lo tanto, reducen la ansiedad y fomentan la paz mental, la productividad, la creatividad, y la regeneración.
Independientemente de su origen, la noción de «paisaje sonoro» abre una ventana para hablar positivamente de los sonidos. Los contextos sonoros positivos contrarrestan la realidad negativa que conocemos como «contaminación acústica». Los sonidos intrusivos, el ruido invasivo o el ruido indeseable necesitan una contraparte concreta y positiva por la que podamos trabajar.
Dicho esto, según Google Trends, la noción y la conciencia de los “paisajes sonoros” positivos (soundscape, en inglés) siguen siendo cada vez menos mencionadas durante los últimos 20 años.

La conexión entre el sonido, la economía y el bienestar
Aún más rara es la conexión entre un paisaje sonoro positivo y la sostenibilidad municipal. Y la rareza plantea otra pregunta: ¿hasta qué punto el silencio y los sonidos positivos pueden ser un indicador implícito de la sostenibilidad y el bienestar holístico de los centros urbanos?
No es ninguna novedad que los vehículos de combustión son una de las principales causas del calentamiento global. A su vez, un análisis económico del Departamento de Medio Ambiente, Alimentación y Asuntos Rurales del Reino Unido estima que el coste social anual del ruido de las carreteras urbanas, sólo en Inglaterra, se sitúa entre 9.000 y 15.500 millones de dólares. Esto sitúa la contaminación acústica en una magnitud similar a las pérdidas económicas asociadas a los accidentes de tráfico (11.500 millones de dólares) y significativamente mayor que el impacto del cambio climático (1.200 a 5.000 millones de dólares).
Teniendo en cuenta los costes del ruido asociado al transporte, otros analistas estiman que niveles de ruido entre los 55 y 65 decibelios, el valor de los daños asciende a 23,5 euros por decibelio por hogar y por año. A su vez, una estimación de costes-beneficios publicada en Transport Policy en relación con la aplicación de medidas de reducción del ruido relacionado con el transporte en los Países Bajos, mostró que los beneficios casi triplican los costes asociados a reducir el ruido vehicular.
De una manera u otra, reducir las emisiones de la combustión es bueno para el clima, y más aún para la salud y los oídos. Los paisajes sonoros positivos también se interelacionancon ciudades más saludables y centros urbanos más sostenibles, en al menos tres aspectos.
I. Reingeniería hacia la movilidad activa
Aunque los vehículos eléctricos son más silenciosos, requieren de un consumo energético activo (y significativo), de la extracción de metales preciosos, siguen dejando sin resolver el problema del reciclaje de baterías, y hacen poco por resolver el estrés y la expansión urbana relacionados con los atascos de tráfico –las infames “presas–. (A pesar de su encanto, es obvio que una “presa” de vehículos Tesla sigue siendo una “presa”.)

En contraste, siguiendo la jerarquía delineada en la “pirámide de la movilidad activda” elaborada por Share North, las ciudades pioneras siguen evolucionando hacia modos de movilidad cada vez más activos. Los principales centros urbanos se rediseñan para volverse compactos y, por lo tanto, requieren menos movilidad motorizada en primer lugar . De esa forma, reducen gastos (y tarifas e impuestos) al reducir el consumo de combustible (y, también, el consumo de electricidad). Además de ser más eficientes económicamente, las ciudades caminables y transitables en bicicleta también son más tranquilas y saludables. La movilidad activa va de la mano con proteger la billetera, reducir la contaminación y proteger los paisajes sonoros positivos.
En este sentido, las llamadas “supermanzanas” están demostrando ser una alternativa prometedora para convertir la infraestructura urbana ya construida en paisajes sonoros más positivos. Siguiendo el ejemplo de la Ciudad de Barcelona, los municipios con visión de futuro están convirtiendo las redes viales existentes en espacios para peatones, restaurantes, artistas callejeros y corredores verdes. Lo que antes eran nueve manzanas atravesadas por cuatro carreteras y rodeadas por otras cuatro, se han convertido en grandes “supermanzanas” sin vehículos en su interior, rodeadas por las mismas cuatro carreteras en el exterior. Sin impedir la movilidad pasiva, las supermanzanas conllevan a mejores condiciones de vida, más salud y, de paso, menos ruido.
II. Fomentar la ecología urbana y la recuperación de la vida silvestre
La reintroducción de especies silvestres en contextos urbanos (o rewilding, en inglés) es una forma de restaurar los ecosistemas, aumentando la biodiversidad y restableciendo los procesos naturales. Sin embargo, se diferencia de otras formas de restauración ecológica en que la reintroducción de especies silvestres en las ciudades se centra en reducir la influencia humana en los ecosistemas. Eñ “rewilding” es dar un paso atrás para permitir que el mundo vivo se regenere a través de sus procesos y ritmos intrínsecos.
A su vez, el “rewilding” va de la mano con la práctica de “despavimentar”, también conocida como “des-sellado”. Esta consiste en reemplazar el asfalto y el concreto por espacios para plantas nativas y vegetación autóctona.
En este sentido, llevan la vanguardia Depave, en Portland (Oregón), Green Venture, en Ontario (Canadá), y Life Pact Climate Adaptation Project, en Lovaina (Bélgica). Juntos han “despavimentado” más de 40.000 m2 de “paisaje duro”, convirtiéndolos en espacios verdes para el descanso y la recreación. Un inspirador informe de noticias de la BBC resume los beneficios de sus logros:
“Los defensores de esta medida sostienen que la eliminación de los pavimentos permite que el agua se filtre en el suelo, lo que reduce las inundaciones en épocas de fuertes lluvias, contribuyendo así a la ‘esponjosidad’ de las ciudades. Las plantas autóctonas ayudan a que la vida silvestre se aferre a los espacios urbanos y, al plantar árboles, se puede aumentar la sombra, lo cual protege a los residentes de las olas de calor. Inyectar vegetación en las calles de la ciudad puede incluso mejorar la salud mental de las personas”.
III. Convertir los barrios comestibles en la norma
Una tendencia imparable relacionada con la anterior se ha ido arraigando en todo el mundo para acercar los alimentos a los lugares donde se consumen. El movimiento de las llamadas ‘ciudades comestibles’, alimentado por la “desglobalización” y la “remunicipalización”, ha aprovechado los beneficios de convertir estacionamientos, parques, aceras, rotondas y patios delanteros en huertos comestibles y ‘supermercados gratuitos’ para todos.
Sin embargo, la plantación de árboles frutales y arbustos en las comunidades locales va más allá de fortalecer la soberanía alimentaria. Los barrios con alimentos comestibles reducen de igual manera el gasto en energía activa para ingresar alimentos a las ciudades. También fomentan la comunidad y permiten un acceso más amplio a que poblaciones marginadas puedan aliementarse mejor, y de manera gratuita. Esto las hace menos vulnerables a los males asociados a los llamados ‘desiertos alimentarios urbanos’ (espacios en los que cada vez se vuelve más difícil conseguir frutas y verduras de temporada).
Además, al orientarse a las p´rácticas enumeradas previamente, los barrios comestibles también tienen el efecto paralelo de reducir los ruidos innecesarios y mejorar, en cambio, el ambiente biofónico (más sonidos de aves, saltamontes, el viento susurrando entre los árboles). Por más obvio que parezca, una dieta ultralocal es también una dieta silenciosa, acompañada de sonidos naturales.
¿Cómo pueden las empresas y los municipios fomentar paisajes sonoros positivos?
En definitiva, el cambio requerido exige convertir las espadas en arados y las ciudades ruidosas en paisajes sonoros positivos. Además de lo ya expuesto, terminamos con una lista de ocho medidas adicionales que se pueden implementar en barrios y ciudades, con el fin de crear y fomentar entornos sonoros más sanos, productivos, y agradables:
- Comience con una campaña de concientización para vecinos y personal municipal acerca de los beneficios de los paisajes sonoros positivos.
- Implemente políticas y mecanismos municipales para reportar (y abordar) las denuncias por contaminación acústica.
- Prohiba frentes de propiedades abiertos o entreabiertos, de manera que se reduzca el ladrido de mascotas hacia peatones u otras mascotas que pasean por el frente de cada propiedad.
- Utilice calzas de caucho para ajustar alcantarillas irregulares o mal ubicadas, evitando así que causen ruidos por impacto vehicular.
- Establezca un programa de recolección de residuos que no interrumpa las horas de sueño.
- Haga lo mismo con los horarios municipales de limpieza de desagües, alcantarillas, calles y aceras (y, en la medida de lo posible, opte por escobas y rastrillos en lugar de sopladoras impulsados por motores de combustión).
- Conceda patentes comerciales únicamente a negocios y empresas que cumplan con diseños y medidas de reducción de ruido que conduzcan a paisajes sonoros positivos.
- Fomente la reforestación urbana con especies autóctonas para aumentar así las barreras naturales contra el ruido y crear entornos más biofónicos. (Según Money.com, las propiedades con árboles sanos valen entre un 3,5 y un 15 por ciento más que las propiedades sin ellos.)
- Despavimente carreteras, implementando medidas de pacificación vial, y/o de redirección del tráfico, con el fin de priorizar ciclovías, bulevares verdes, calles peatonales y/o calles angostas de un solo sentido.
Es posible que haya notado como las acciones ocho y nueve también contribuirán a reducir las temperaturas cada vez más altas de las ciudades en las que predomina el asfalto y el concreto. Y contribuirá también a reducir las inundaciones. Y a mejorar el paisaje. Y a embellecer los vecindarios… Y tiene razón… Los paisajes sonoros positivos son, en efecto, “positivos” en más de un sentido.
Para más recursos gratuitos, consulte Hush City, Quiet Business Initiative, y Noise Pollution Clearinghouse.